Un día como hoy, hace 12 años atrás, nacía nuestro segundo retoño. Y en su fugaz pero intenso paso por este mundo, nos dejó las enseñanzas más reales, vívidas y mágicas!

Nuestro bello  Santino estuvo 28 días en este mundo,  4 semanas exactas, perfectas como cada experiencia que vivimos.

Nació el día de los Santos, como su nombre, sin planificación alguna, sin que lo esperáramos para esa fecha. Sorpresivo e imprevisible como todo lo que vendría después.

Fue y es luz para nosotros, calma y amor sin dudas. Es un refugio al que podemos acudir, cuando tenemos la capacidad y la necesidad de conectar.

Con su partida, muy pronta para nuestro deseo de papá y mamá, nos chocamos de frente con la impermanencia, con el dolor de la separación física, con el desafío inmenso de sobreponernos a lo que  todos decían: “es la peor pérdida: la muerte de un hijo”.

Y así fue. Lo peor que nos había pasado hasta ese momento era despedir un pequeño cuerpo que habíamos soñado abrazar y besar infinitamente. Él ya no estaba ahí, su esencia volvía al cielo, pero para nuestra mente humana es difícil, por no decir imposible, no llorar esa despedida.

Lloramos, sí, mucho. Dolimos en cuerpo y alma.

Hubo días y noches muy difíciles, y otros hermosos también!. Los duelos tienen eso, que la vida alrededor sigue, mientras nosotros vamos a destiempo. Aunque por momentos pareciera que estamos “normales”, disfrutando alguna situación. Es tragicómico, de reír podemos pasar a llorar (quizá disimulando) porque nos acordamos de algo con nuestro ser querido, y así vamos.

Sin prisa pero sin pausa.

Yo sabía que el proceso de duelo iba a doler muchísimo, lo sentía en el cuerpo, lo imaginaba y lo comprobaba día a día. Pero también sabía que lo iba a superar, no había tiempos ni cómos, pero había una certeza de que en algún momento podría sentir que convivía reconciliada, con la ausencia y la fantasía de “lo que hubiera sido”.

Hace unos días sentí que mi pequeño (no tan pequeño) me animaba a compartir esta experiencia y sus aprendizajes. Yo no sería lo que soy hoy sin haber pasado lo que viví, por supuesto!

Como Terapeuta no me especializo en duelos, pero sé que puedo empatizar desde lo profundo de mi corazón con las personas que sufren una pérdida, lo entiendo como si fuera yo la que está en ese lugar y eso me permite acompañar sin apuros y con consciencia.

Como mamá y ser humana, esta vivencia me cambió la escala de valores, me sacudió y me preparó para otras experiencias duras también. Me animó a buscar ayudas y contenciones fuera del entorno habitual y conocido. Me unió aún más al mundo sutil.

Hoy se cumple un año más del nacimiento de Santino.

Y yo (como siempre) prendo una vela en casa, de preferencia azul.

Y sumo este año, inaugurar este espacio virtual, que costó que salga a la luz (ahora entiendo muchas razones), para compartir con uds en cada rincón en el que deseen leer.

Sean bienvenidos y gracias por estar ahí!